Claves para hablar bien en público
Tener buena memoria para los discursos ha sido motivo de admiración desde épocas antiguas. El siguiente artículo de Financial Times resalta la importancia de saber ejercitar la memoria, sobre todo entre los oradores.
El líder de la oposición británica, Ed Miliband, pronunció un discurso de memoria ante la conferencia del Partido Laborista de este año. Si bien esto suele impresionar a cualquier audiencia, ¿Qué pasa cuando la memoria nos falla como fue el caso de Miliband?
Al comparar su discurso hablado con el texto de la versión oficial, sus opositores notaron que Miliband había omitido todo un fragmento que explicaba cómo él pensaba lidiar con el déficit presupuestario. ¿Qué pasó? Resulta que el político se había olvidado esa parte.
El reciente caso de Miliband no hace más que reflejar la importancia de la memoria como una virtud retórica, no en vano es considerada como “la madre de las musas”, según un artículo de The Financial Times.
En el esquema clásico, la memoria ocupa el cuarto lugar dentro de los “cinco cánones de la retórica”: invención, disposición, estilo, memoria y pronunciación. Hoy en día parece ser la más extraña o, al menos, la más propensa a ser redundante pues tenemos -a diferencia de nuestros ancestros- PowerPoint, teleprompter, y todo tipo de tecnologías que se dan por sentado como Biro, Post-it y la parte posterior del paquete de cigarrillos.
En la Antigüedad, las demostraciones de buena memoria eran catalogadas como toda una proeza. Se decía que el general romano Lucio Cornelio Escipión sabía el nombre de todos los ciudadanos romanos, algo que hoy en día intentan hacer muchos gerentes para conectarse mejor con su personal.
Para tener una buena memoria en épocas antiguas se entrenaba usando métodos que ahora serían extraños para muchos de nosotros. Nuestros antepasados construían edificios imaginarios en sus cabezas y “almacenaban” las cosas que querían recordar en su interior. La técnica –el método de loci– se describe en detalle en la “Rhetorica ad Herennium”, una manual de retórica que data de casi un siglo antes del nacimiento de Cristo.
Es extraño… pero eficaz. Según los científicos de hoy en día, el hipocampo, la parte del cerebro que se ocupa de la percepción espacial, también se asocia con la memoria. Los mnemonistas profesionales siguen utilizando estas técnicas. Al igual que el personaje de la obra de Thomas Harris, Hannibal Lecter, cuyo “palacio de la memoria” contiene todo tipo de cosas indescriptibles.
La historia de mnemotécnicas antiguas y medievales es un sendero glorioso en la historia intelectual. Los que quieran conocer más al respecto pueden revisar la obra de 1966 de Frances A Yates, The Art of Memory. Es fascinante.
Construir palacios de la memoria es ahora algo totalmente opcional. Pero tener una buena memoria sigue siendo importante, sobre todo para los oradores. Solo piense en la excelente impresión que causa un orador que pronuncia un discurso sin leer ningún apunte, a diferencia de otro que claramente está leyendo un guión.
La memoria en la oratoria no se trata de aprender por repetición, sino de tomar posesión mental del tema. Ese tipo de familiaridad es, de hecho, lo que le permite al orador hacer variaciones, responder a la audiencia e incluir esas pequeñas espontaneidades que dan al discurso esa calidad que los italianos llaman sprezzatura. La audiencia responde al sentido que sale de la mente del orador y no solo de su boca.
De ahí el sabio consejo que se puede encontrar en cualquier guía para oradores: Escriba su discurso, luego desmenúcelo en párrafos con títulos y use palabras clave que lo ayuden a recordar los puntos importantes de su discurso.
Léalo una y otra vez y luego trate de pronunciarlo sin consultar su ayuda memoria. Para cuando domine las palabras clave, notará que el discurso ya estará en su cerebro. Sin embargo, tenga a la mano sus notas cuando hable, pues son un respaldo psicológico vital que al momento del discurso quizás ni llegue a utilizar.
Fuente: Financial Times