La gestión de la ira en el entorno laboral
Dejar que aflore la ira en el entorno laboral puede truncar el éxito profesional de una persona así como la buena marcha de la empresa. Cuando los ambientes no son favorables, los resultados y la productividad se resienten, pero también la salud de las personas que la sufren, por eso es importante aprender a gestionarla.
David Bejarano, coach de Vida y de Negocio e instructor en Udemy define la ira como “estado emocional intenso que debe concebirse como negativo, tanto a escala personal como laboral, dado que va acompañado de un comportamiento nada recomendable”.
Según psiquiatras y psicólogos, la ira es una emoción que todos en algún momento experimentamos. No es más que una reacción frente a una situación que nos resulta amenazante. Los mismos expertos apuntan que su desencadenante no suele ser un hecho aislado, sino un cúmulo de situaciones que se repiten y nos disgustan de forma continuada. En el trabajo pueden ser muchas las causas que la disparen, desde la tensión diaria para el cumplimiento de objetivos, hasta el exceso de competencia, la frustración ante una valoración que consideramos injusta o las exigencias económicas, entre otras.
En cuanto a la forma de exteriorizarse, la más habitual son los estallidos de furia cuando, dejándonos llevar por esta emoción, incurrimos en el insulto, el puñetazo en la mesa, el llanto, el ataque de histeria y, en el peor de los casos, la agresión. Luego está lo que los psicólogos llaman la ira del pasivo-agresivo o la agresividad silenciosa. La ejercen aquellas personas que en lugar de reaccionar con algún grito o una respuesta airada, hacen como que no escuchan y persisten en un comportamiento que saben que molesta. Bejarano los califica de mezquinos puesto que, en el ámbito laboral, son esas personas que dicen a todo que sí pero que luego, por la espalda, critican y propician los chismes.
Tanto en un caso como el otro, la ira deriva en situaciones de conflicto perjudiciales tanto para la salud de la persona que la padece como para el clima laboral. La buena noticia es que la ira, como todas las emociones, es algo que se puede aprender a manejar.
POR QUÉ APRENDER A GESTIONARLA
A nivel personal: La primera respuesta a esta emoción la encontramos en nuestro organismo. Existen señales que comprometen nuestra salud. Algunas de las que menciona David Bejarano son: el ritmo cardiaco se acelera, se agita nuestra respiración, los músculos se tensan, se dispara la tensión arterial, estados de ansiedad, trastornos digestivos…síntomas todos ellos que, prolongados en el tiempo, pueden degenerar en patologías mucho más graves. En consecuencia, el primer interesado en aprender a canalizar la ira debes ser tu.
En cuanto a las relaciones. Relacionarse con una persona irascible acaba siendo complicado para cualquiera. Deteriora las relaciones de pareja, familiares y, obviamente, también las laborales.
En la empresa. Tomar decisiones bajo un estado de ira es perjudicial tanto para la empresa como para los empleados dado que repercute en su desempeño y, en consecuencias, en los resultados finales de la compañía. Hay quien confunde la ira con un carácter fuerte permisible en los jefes, pero lo cierto es que los comportamientos coléricos puede que infundan temor, pero no admiración o confianza en personas que se dejan arrastrar por ella. Asimismo, cuando dejamos que se instale esta emoción en los equipos, lo normal es que dejen de funcionar. La productividad se resiente.Ya en el peor de los escenarios, el deterioro excesivo del clima laboral puede acarrear despidos o faltas graves en el trabajo. Recordar también que, cada vez más, los responsables de Recursos Humanos, además de tener en cuenta la capacitación intelectual de los candidatos miran también la inteligencia emocional y social.
No obstante, en ningún caso conviene prohibir a las personas que manifiesten sus quejas dado que esto contribuye a mantener un ambiente más sano. Lo que debe evitarse es el exceso y que la ira sobrepase nuestro control. El problema no está en enfadarse sino en cómo reaccionamos ante la ira y la frecuencia con la que se manifiesta.
CÓMO FRENARLA
En principio, aprender a canalizar la ira es un trabajo profundo de autoconocimiento. Una vez realizado, cada uno debería saber identificar cuáles son las causas que, en su caso, activan esa emoción y entrenarse para combatirlo. Es decir que no hay estrategias exprés que nos ayuden a deshacernos de la ira. Lo que sí existen son ciertas técnicas o trucos para evadirla cuando empiezan a aparecer la señales corporales. Estas son las principales recomendadas por Bejarano:
-Pedir un tiempo de 2-5 minutos o lo que creas necesario, para salir a la calle o cambiar de espacio, respirar, y reflexionar un poco en solitario antes de seguir con la conversación. No es sencillo aprender a detener los avances que sabemos que nos van a llevar a un estado iracundo.
-Respirar profundamente. Es una práctica sencilla que algunos consideran absurda, pero es poderosa y está demostrado que funciona. El ejemplo que pone Bejarano es el del fumador que recurre al cigarrillo para calmarse. Según él es la inspiración profunda lo que le calma, aunque sea de forma ilusoria y el efecto sea corto.
-Quitar hierro al asunto. Desconectar de la conversación o situación que nos ha provocado ese estado. Asegura Bejarano que el cerebro humano tiene una flexibilidad y capacidad absoluta para autogestionarse y pasar de un estado a otro. Así que, si por ejemplo, estás teniendo una ‘bronca’ y quieres interrumpirla, puedes intentar recordar un chiste, una situación graciosa, una frase cariñosa que te haya dicho alguien, una vivencia gratificante o cualquier otra cosa que te conduzca a un estado mental placentero. Cambiar la perspectiva, te ayudará a relativizar la situación y fortalecerte mentalmente. “Si yo te entrego un regalo y dices que no lo quieres, entonces el regalo vuelve a ser mío. Lo mismo sucede cuando alguien te hace una afrenta. Si la ignoras pasa a ser propiedad de quien la hace. Yo decido si me dejo ofender y si acepto o rechazo un insulto”, argumenta Bejarano.
-Practica mucho la comunicación: Esta sería la base para no dejar que se asiente esta emoción en el clima de la empresa. Frases como: “es que si no te grito no escuchas”o “es que no me entiendes” son un reflejo claro de que la comunicación no funciona en la empresa y se extiende la frustración. Claro que para que la comunicación funcione hay que practicarla a diario.